miércoles, 25 de junio de 2008

Al abrigo

Un comerciante de muebles que acababa de comprar un sillón de segunda mano descubrió una vez que en un hueco del respaldo una de sus antiguas propietarias había ocultado su diario íntimo. Por alguna razón -muerte, olvido, fuga repentina, embargo- el diario había quedado ahí, y el comerciante, experto en construcción de muebles, lo había descubierto por casualidad al palpar el respaldo del sillón corroborando al solidez del mismo. Ese día se quedó hasta tarde en el negocio abarrotado de camas, sillas, mesas y roperos, leyendo, casi oculto en la trastienda y alumbrado por la tenue luz de una vieja lámpara de pie, inclinado sobre el escritorio.
El diario ,de tapas sucias por el polvo de quien sabe cuanto tiempo, revelaba, día a día, los problemas sentimentales y emocionales de su escritora. Mostraban una faceta de la personalidad y de la intimidad de una persona que había vivido disimulando y ocultando su verdadera identidad y que por un azar inconcebible el mueblero descubre, entonces se da cuenta que en realidad el, aún sin conocerla sabía más de ella que las propias personas de su entorno, sus seres queridos y que aparecían mencionadas en el diario.
La idea de que alguien pudiera tener en su casa, al abrigo del mundo, algo escondido -un diario en este caso u otra cosa-, dejo al mueblero pensativo y no lograba comprender como era posible. Así pensando y mientras ordenaba los papeles de su escritorio, minutos después se dio cuenta, no sin asombro, de que él también ocultaba algo, que solo él y nadie más en el mundo, ni sus hijos, ni su esposa, sabían que existía. En el ático de su casa, entre viejas revistas de náutica y de modelismo, ocultaba disimulada una caja rectangular de lata donde se encontraba guardado un rollo de billetes que iba engrosando de tanto en tanto. No existía para el un objetivo determinado por el cual guardara esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando una pesada certidumbre de que su vida entera se definía no por sus actividades cotidianas, ni por su imagen ante el mundo, sino por el rollo de billetes que se carcomía en la oscuridad del confidente ático. y que de todos los actos que realizaba, el fundamental era el de agregar de vez en cuando un billete al polvoriento rollo.
Mientras encendía el letrero de neón que llenaba de una luz azul violeta el negro aire nocturno por encima de la calzada, el mueblero fue asaltado por otro recuerdo: buscando un lápiz en la habitación de su hijo mayor, descubrió oculto en un doble fondo del cajón de su escritorio una serie de fotos y cartas de una antigua novia, quien ya se había casado. el mueblero las había dejado rápidamente de vuelta en su lugar procurando ser cuidadoso con la disposición de los objetos para que pareciera que nada había pasado, menos por pudor que por temor de que el hijo pensase que al padre le gustaba hurgar entre sus cosas.
En la cena el mueblero se quedo mirando a su mujer y por primera vez en treinta y dos años le venia a la cabeza la idea de que ella también debería tener algo al resguardo de todos, algo que solo ella conociera, algo tan profundamente hundido que ni la tortura podría hacérselo confesar. El mueblero sintió vértigo, no era miedo de ser o sentirse traicionado sino la certidumbre de que, ya en el umbral de su vejez, iba a verse obligado a cambiar las nociones más elementales que constituían su vida. O lo que él creía que era su vida. Porque su verdadera vida según su nuevo punto de vista transcurría en alguna parte oscura, al abrigo de lo cotidiano y permanecía inalcanzable o tal vez no, como el diario.

3 comentarios:

Manco Cretino dijo...

Che... me dejaste pensando...
Todos los tenemos (creo que en algún lado quedó aquella Eroticón del '92, pero no recuerdo donde!).
Muy buena la historia. Para leer sin interrupción.

dobled dijo...

gracias manco lo de cretino te esta sobrando.
si conseguis la eroticon me la das y te empresto una shock del ´79

lola dijo...

es una utopía pensar que sabemos TODO sobre el otro...aceptemoslo!
Besos